sábado, 5 de febrero de 2011

No es raro volver a Juan Calzadilla, es, más bien, necesario. Juan será y es el poeta y personaje recurrente de mi vida. Es el libro abierto que anda y enseña cómo vivir. Abrir un libro de Juan Calzadilla me alegra. Tiene el mágico poder de invadir todo con el asombro de un niño, hace visible lo cotidiano. Me devuelve la mirada a lo común.


CONSEJO A LOS JÓVENES POETAS

Utiliza todo: la tapa de la alcantarilla,

la luna en el agua del retrete mirándose a solas,

la flor marchita en el pico de la manguera

del extinguidor de incendio.

No dejes nada afuera. Ni el hecho frotado con

las yemas de los dedos sobre el mostrador de vidrio.

Ni las moscas en los cubiletes de hielo

de dos noches después de la borrachera.

Ni la voz que sólo se extingue cuando apagas la radio.

Ni el portazo a medianoche frente a la calle

como boca de lobo sobre cuyo muro ciego imprimes

dando manotazos tus desafueros, tus penas

y las coces de este graffiti que blasfema.

Utiliza todo: no dejes nada afuer.



TOCAS MADERA

Tocas madera debajo de la mesa y tus dedos,

sin quererlo rozan una pelambre fina.

– debe ser la piel del diablo – dices.

Para comprobarlo bajas la cabeza hasta el reverso

de la tabla y palpas el sitio donde tus dedos acaban de posar su grima.

– sí, es el demonio – y acaricias su lomo terso.