domingo, 26 de abril de 2009

Juan Sánchez Peláez















INOCENCIA


Cuando pongo la mejilla en esa melodía, recupero un instante
la ciudad perdida.

Vivo sin leño ni lumbre, señuelo en pos de ti.

Por encontrarnos en el mundo, nos cubre la llama que da pavor.

Soy de pies a cabeza la gran vacilación del hombre.

Mustio, trago a cántaros el olvido y la tiniebla.

De "Rasgos comunes" 1975



POSESIÓN

Los témpanos engullen gaviotas en mis caricias.
El mundo pesa inicuo y solemne en mis raíces.
Acepto tus manos, tu dicha, mi delirio.
Si vuelves tú, si sueñas, tu imagen en la noche
me reconocerá.
Te encamino al talud campanular de mis venas.
Mi sangre de magia fluye hacia ti, bajo la
profecía del alba.

De "Elena y los elementos"



APARICIÓN

Aclimata el carruaje dichoso de tus senos, la tierra de mis
primeras voces,
sus heridas abiertas, sus flagelados gavilanes en la
intemperie nevada.

Una mujer llamada Blanca manipula la jaula escarlata del
misterio
Sobrepasa el límite, una oscura potencia.
¿Grita, imagina, siente?
Teje una cáscara densa de brisa matinal, alivia piedras
decrépitas.

La joven pálida me conduce a un jardín en ruinas.
La veo desnuda, bajo un gran suburbio de palmeras,
exportando el oro del crepúsculo hacia un milagroso país.

Ha regresado la hora silenciosa.
Me circundan las pesadas bahías de tus ojos.

Tú tienes que diseminarte, cuerpo y alma,
en la heredad meliflua de las rosas.

A mi lado pasan lavanderas con sus blancas túnicas, con sus
cofias de inocencia
y las manos entregadas a un rito.

De "Elena y los elementos"

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